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hizcaino

30 octobre 2008

estoy que me muero de hambre

Tu, mi blog y yo

Así como sucede con el rojo, con el sombrero negro más que generar pensamiento negativo lo vamos a limitar, pues se le dará su momento y no dejaremos, como en el caso de las emociones, que se desborde la negatividad sin ser conscientes de ello. Si tenemos una actitud hacia el sombrero negro, debemos basar toda nuestra experiencia pasada en la explicación objetiva de esta negatividad, por eso es negativo objetivo. Con el sombrero negro podemos decir “ No creo que la rebaja de precios vaya a funcionar porque por nuestras experiencias anteriores.........”. Es decir negativo objetivo, en donde se le da una real dimensión a la parte de crítica. Como dijimos ,es fácil ser negativo porque a una idea es fácil encontrarle lo que no funciona (esto puede ser una pequeña parte), ¿será tan fácil ser positivo? La fórmula implícita en toda religión y moral reza “¡Haz esto y aquello, no hagas esto ni aquello; así alcanzarás la felicidad! De lo contrario...” Toda moral, toda religión, es este imperativo, al que yo llamo gran pecado original de la razón, inmortal sinrazón. En boca mía, esa fórmula se convierte en su inversión, primer ejemplo de mi “transmutación de todos los valores”: el hombre armonioso, el “afortunado”, no puede meteos que cometer determinados actos e instintivamente rehúye otros; introduce el orden que fisiológicamente encarna en sus relaciones con los hombres y las cosas. He aquí la fórmula correspondiente: su virtud es el efecto de su felicidad... La vida larga y la prole numerosa no son el premio de la virtud, sino que la virtud es ese retardo del metabolismo que, entre otras cosas, determina también una vida larga y una prole numerosa, en una palabra, el cornarismo. La Iglesia y la moral dicen: “el vicio y el lujo arruinan a los linajes y a los pueblos”. Mi razón restaurada dice: “cuando un pueblo se arruina, cae en la degeneración fisiológica y se originan el vicio y el lujo (esto es, la necesidad de estímulos cada vez más fuertes y más frecuentes, como la conoce todo ser agotado). El joven se debilita prematuramente. Sus amigos afirman que la culpa la tiene tal enfermedad. Yo afirmo que el hecho de que ese joven haya enfermado, no haya resistido a la enfermedad, es la consecuencia de una vida empobrecida, de un agotamiento congénito. El lector de diarios dice que tal partido labra su propia ruina por tal error. Mi política superior, en cambio, dice que un partido que comete tal error está arruinado; que ha perdido la seguridad de sus instintos. Todo error, en todo sentido, es la consecuencia de degeneración de los instintos, de disgregación de la voluntad; lo malo queda así indefinido. Todo lo bueno es instinto y, por ende, fácil, necesario, libre. El esfuerzo es una objeción, el dios es típicamente distinto del héroe (dicho en mi propio lenguaje: los pies alados son el atributo primordial de la divinidad). Explicación sicológica de lo antedicho.-Reducir algo desconocido a algo conocido alivia, reconforta, satisface y proporciona una sensación de poder. Lo desconocido involucra peligro, inquietud y zozobra; aplícase el instinto primordialmente a eliminar estos estados penosos. Primer principio: cualquier explicación es preferible a ninguna explicación. Como en definitiva se trata tan sólo de un afán de librarse de representaciones penosas, se echa mano de cualquier medio que se ofrece con tal de quitárselas de encima, sin discriminar mayormente; cualquier representación mental en virtud de la cual lo desconocido se dé por conocido resulta tan reconfortante que se la “cree cierta”. Es la prueba del placer (“de la fuerza”) como criterio de la verdad. El impulso causal está, pues, determinado y excitado por el temor. El “¿por qué?” debe dar en lo posible no la causa por la causa misma, sino determinado tipo de causa: una causa que tranquilice, redima, alivie. El que algo ya conocido, experimentado, grabado en la memoria, sea establecido como causa es la primera consecuencia de esta necesidad íntimamente sentida. Lo nuevo, no experimentado, extraño, queda excluido como causa. De modo que se busca como causa no un tipo de explicaciones, sino un tipo escogido y preferido de explicaciones, aquel que con más rapidez y frecuencia haya eliminado la sensación de lo extraño, nuevo, jamás experimentado las explicaciones más corrientes. Como consecuencia de esto, un determinado tipo de motivación causal prevalece cada vez más, se reduce a sistema y llega al fin a dominar, con exclusión de otras causas y explicaciones. El banquero piensa en seguida en el “negocio”, el cristiano en el “pecado” y la muchacha en su amor. Nada es bello, sólo el hombre es bello: en esta ingenuidad descansa toda estética; ella es la verdad primordial de la estética. Agreguemos a renglón seguido otra segunda: nada hay tan feo como el hombre degenerado; queda así delimitado el reino del juicio' estético. Desde el punto de vista fisiológico, todo lo feo debilita y apesadumbra al hombre. Le sugiere quebranto, peligro e impotencia; le ocasiona efectivamente una pérdida de fuerza. Cabe medir el efecto de lo feo con el dinamómetro. Cuando quiera que el hombre experimente un abatimiento, sospecha la proximidad de algo “feo”. Su sentimiento de poder, su voluntad de poder, su valentía, su orgullo, se merman por obra de lo feo y aumenta por obra de lo bello... En uno y otro caso sacamos una conclusión: las premisas correspondientes están acumuladas en inmensa cantidad en el instinto. Lo feo es entendido como señal y síntoma de la degeneración; todo lo que siquiera remotamente sugiere degeneración determina en nosotros el juicio “feo”. Todo indicio de agotamiento, de pesadez, de vejez y cansancio; toda clase de coerción, bajo forma de espasmo o paralización; en particular, olor, color-y forma de la desintegración, de la podredumbre, aunque sea en su dilución última en símbolo; todo esto provoca idéntica reacción, el juicio de valor “feo”. Manifiéstase aquí un odio, ¿y qué es lo que odia el hombre? No cabe duda que la decadencia de su tipo. Odia en este caso llevado por el instinto más profundo de la especie. En este odio hay estremecimiento de horror, cautela, profundidad y visión; es el odio más profundo que puede darse. Por él es el arte profundo... Schopenhauer. Schopenhauer, el último alemán que cuenta (por ser un acontecimiento europeo, como Goethe, como Hegel, como Heinrich Heine, y no tan sólo un acontecimiento local, “nacional”), es para el sicólogo un caso de primer orden, en cuanto tentativa maligna, pero genial de movilizar, con miras a una desvalorización total nihilista de la vida, precisamente las contrainstancias, las grandes autoafirmaciones de la “voluntad de vida”, las formas exuberantes de ella. En efecto, interpretó, uno por uno, el arte, el heroísmo, el genio, la belleza, el gran sentimiento de simpatía, el conocimiento, la voluntad de verdad y la tragedia como consecuencias de la “negación” o la necesidad de negación, de la “voluntad”: la más grande sofisticación sicológica que conoce la historia, abstracción hecha del cristianismo. Bien mirado, con esto Schopenhauer no es sino el heredero de la interpretación cristiana; sólo que supo aprobar hasta lo que el cristianismo repudia, los grandes hechos culturales de la humanidad, en un sentido cristiano, esto es, nihilista (o sea, como caminos de “redención”, como formas preliminares de la “redención”, como estimulantes del anhelo de “redención” ... ). Consideraré un caso particular. Habla Schopenhauer de la belleza con un ardor melancólico. ¿Por qué, en definitiva? Porque la tiene por un puente sobre el cual se va más lejos o se experimenta el anhelo de ir más allá... Se le aparece como algo que por un momento redime de la “voluntad”; como algo que incita a redimirse de una vez por todas... La ensalza en particular como lo que redime del “foco de la voluntad”, de la sexualidad; considera que ella implica la negación del instinto sexual... ¡Qué santo más raro! Alguien le contradice; temo que sea la Naturaleza. ¿Por qué hay belleza en sonido, color, fragancia y movimiento rítmico en la Naturaleza? ¿Qué es lo que fuerza la manifestación de lo bello? Afortunadamente, le contradice también un filósofo. Nada menos que el divino Platón (y así le llama el propio Schopenhauer) sostiene una tesis diferente: que toda la belleza excita el instinto sexual; que en esto reside precisamente su efecto específico, desde la máxima sensualidad hasta la máxima espiritualidad... No se imagina cómo he practicado hasta el final el programa de ausencia de pensamientos: y tengo razón en serle fiel, porque “detrás del pensamiento está el diablo” de un furioso acceso de dolor. Tal fue el costo del manuscrito que le llegó desde Saint-Moritz. Probablemente nadie lo hubiera querido escribir a ese precio, en el caso de que se pudiera evitar hacerlo. Ahora con frecuencia su lectura me produce horror, por los largos apartados y los malos recuerdos. Con excepción de algunas líneas, el total fue concebido sobre la marcha y esbozado con lápiz en seis cuadernitos: la transcripción me daba náuseas. Tuve que dejar pasar una veintena de encadenamientos más largos, desafortunadamente algunos de los más esenciales, porque nunca tenía el tiempo suficiente para extraerlos del horrible garabateo en lápiz: lo que ya me sucedió el verano pasado. Después de lo cual, el encadenamiento de los pensamientos escapa de mi memoria: en efecto tengo que arrebatar los minutos y los cuartos de hora a la “energía del cerebro” de la que usted habla, arrancándolos de un cerebro que sufre. A veces me parece que no podré hacerlo nunca más. Leo su copia y me cuesta entenderme a mí mismo, de tan agobiada que está mi cabeza. Aunque para mí escribir esté entre los frutos rigurosamente prohibidos, usted, a quien venero como a una hermana mayo, debía recibir una carta mía -¡y sin duda será la última! Porque el espantoso y casi incesante martirio de mi vida me hace languidecer en espera de su fin, y según ciertos indicios la apoplejía liberadora estaría bastante próxima como para confiar en su llegada. Con respecto al tormento y a la renunciación, puedo comparar mi vida de estos últimos años con la de un asceta de cualquier época: si bien es cierto que los mismo años me beneficiaron mucho en cuanto a la purificación y a la limpieza del alma -y para eso no tuve necesidad ni de religión ni de arte. (Observará que estoy orgulloso de eso; en realidad, sólo el desamparo total me permitió descubrir mis propias fuentes de salud.) Creo haber realizado la obra de mi vida, es cierto que no teniendo un momento de tranquilidad. Pero sé que para muchos derramé un gran gota de aceite y que les di una señal de ánimo pacifico y de sentido de la equidad para la elevación de sí mismos. Le escribo esto como agregado, a decir verdad debería ser pronunciado en el momento de la conclusión de mi “humanidad”. Ningún dolor ha podido ni podría inducirme a un falso testimonio contra la vida tal como yo la concibo. Mi existencia es una carga espantosa: la hubiera rechazado hace mucho tiempo, de no ser por las experimentaciones tan instructivas en el dominio intelectual y moral, precisamente durante ese estado de sufrimiento y de renunciación casi absoluta -ese alegre humor, ávido de conocer, me eleva a alturas donde triunfo sobre cualquier tortura y cualquier desesperanza. En términos generales, nunca fui más feliz en toda mi vida: ¡así y todo! Un constante dolor, una sensación parecida al mareo, durante horas una semiparálisis que me vuelve difícil la palabra, alternando con accesos furiosos (el último me hizo vomitar tres días y tres noches, ¡esperaba que viniera la muerte! Permanecer solo y pasearme, aire de altura, régimen en base a huevos y leche. Cualquier remedio calmante ha sido inútil. El frío me hace muy mal. El consuelo son mis pensamientos y mis perspectivas. Durante esos recorridos garrapateo aquí y allá algo sobre una hoja, no escribo nada sobre mi escritorio, algunos amigos descifran mis garabatos. A continuación va mi última producción (que mis amigos terminaron de pasar en limpio): acéptelo con benevolencia, incluso si no coincidiera en parte con su propia manera de pensar. (No busco “adeptos” -¡créame!- gozo de mi libertad y deseo ese placer a todos los que tienen derecho a la libertad espiritual.) En el presente toda mi capacidad de inventiva y todo mis esfuerzos tienden a conseguir una soledad de buhardilla, donde las exigencias necesarias y las más simples de mi naturaleza, como me las han revelado tantos y tantos dolores, puedan encontrar su satisfacción legítima. ¡Y quizá lo logre! El combate cotidiano contra mi dolor de cabeza y la ridícula diversidad de mis estados de angustia exigen tanta atención que corro el riesgo de volverme egoísta -se trata de contrapesar impulsos muy generales, muy sublimes que me domina a tal punto que, sin poderosos contrapesos, tendría que volverme loco. Justamente acabo de salir a flote de un acceso de los más duros, y apenas me he sacudido una desolación de dos días cuando ya de nuevo mi locura se echa a corre tras cosas inconcebibles desde el primer despertar, e ignoro si para otros habitantes de buhardillas la aurora alguna vez iluminó cosas más agradables y más deseables...

Hablar más que un sacamuelas.

Todas las pasiones atraviesan una etapa en que son pura fatalidad, abismando a su víctima por el peso de la insensatez, y por otra, muy posterior, en que se desposan con el espíritu, se “espiritualizan”. En tiempos pasados, a causa de la insensatez inherente a la pasión, se hizo la guerra a la misma trabajando por su destrucción; todos los antiguos monstruos de la moral coincidían en exigir: “hay que acabar con, las pasiones”. La fórmula más célebre al respecto está en el Nuevo Testamento, en ese Sermón de la Mon­taña, donde, dicho sea de paso, nada se contempla desde lo alto. Allí se dice, por ejemplo, con respecto a la sexualidad: “Si te fastidia tu ojo, sácalo.” Por fortuna, ningún cristiano cumple tal precepto. Destruir las pasiones y los apetitos nada más que para preve­nir su insensatez y las consecuencias desagradables de su insensatez se nos antoja hoy, a su vez, una mera forma aguda de la insensatez. Ya no admiramos a los dentistas, que extraen los dientes para que no duelan más... Ahora bien, admitamos en honor a la verdad que en el clima en que nació el cristianismo ni podía concebirse el concepto “espiritualización de la pasión”. Sabido es que la Iglesia primitiva luchó contra los “in­teligentes” en favor de los pobres de espíritu; ¿cómo iba a librar a la pasión una guerra inteligen­te? Combate la Iglesia la pasión apelando a la extir­pación de todo sentido; su práctica, su “cura”, es la castración. Jamás pregunta: “¿Cómo se hace para espiritualizar, embellecer, divinizar un apetito?” En todos los tiempos ha hecho recaer el acento de la disciplina recomendando la exterminación de la sen­sualidad, el orgullo, el afán de dominar, la codicia y la sed de venganza. Mas atacar por la base las pasiones significa atacar por la base la vida misma; la prác­tica de la Iglesia es antivital... Masajes eróticos en Madrid Sin embargo, Storch se olvida de decirnos cómo puede coordinarse la existencia de este capital constante con el análisis del precio que él toma de A. Smith según el cual el valor de la mercancía sólo encierra el salario y la plusvalía, sin contener capital constante alguno. Sólo a través de Say se da cuenta de que este análisis del precio conduce a resultados absurdos, y las últimas palabras que él mismo escribe acerca de esto rezan así: “que es imposible descomponer el precio necesario en sus elementos más simples” (Storch, Cours d’Economie Politique, Petersburgo, 1815, II, p. 141). Escorts Sabadell Segundo. Si este desdoblamiento se produce, invirtiéndose como renta del capitalista, mientras D, como forma funcional del valor capital, prosigue la ruta que le traza el ciclo, el primer acto M'–D', en conexión con los actos siguientes D–M y d–m, podrá representarse como las dos circulaciones distintas M–D–M y m–d–m; series ambas que, según la forma general, caen dentro del campo de la circulación ordinaria de mercancías. http://www.girlsbcn.com.es Pero, además, esto es técnicamente imposible. El capitalista no sólo debe formar un capital de reserva para ponerse a salvo de las oscilaciones de los precios y poder esperar la coyuntura más favorable para comprar o vender; debe, además, acumular capital para ampliar la producción e incorporar a su organismo productivo los progresos de la técnica. Señoritas de compañía en Barcelona No menos expresivo es el testimonio que ha aportado a mi verdad el docto y profundo Burdach en su gran Fisiología, donde trata de las últimas razones del génesis del embrión. No puedo callar, por desgracia, que un autor tan excelente como éste, es aquí precisamente donde en mala hora y seducido Dios sabe cómo y por qué, emplea algunas frases de aquella pseudofilosofía completamente sin valor y robustamente impuesta, frases acerca del que dice ser lo originario, siendo precisamente lo último y lo más condicionado, del que no es, según él, , y por lo tanto, un hierro de madera. Pero en el mismo pasaje y al reaccionador influjo de lo mejor de sí propio, expresa la pura verdad en la pág. 710, diciendo: . Estas expresiones de Burdach, tan acomodadas a mi doctrina, recuerdan el pasaje aquel del antiguo Mahabharata, que es difícil no tomar, desde este punto de vista, por la expresión mística de la verdad misma. Está en el canto tercero del episodio de Sunda y Upasunda, en los publicados por Bopp en 1824. Brahma ha creado a Tilsttama, la más hermosa de todas las mujeres, y la rodea de la asamblea de los dioses; Siva tiene tales deseos de contemplarla que, como ella, recorre sucesivamente el círculo, y nácenle cuatro rostros, a medida del punto de vista, es decir, según las cuatro regiones del mundo. Tal vez se refieren a esto las representaciones de Siva con cinco cabezas, como Panch, Mukhti, Siva. De igual manera y con ocasión análoga nácenle a Indra los innumerables ojos de que tiene lleno el cuerpo. El Matsya Purana hace nacer a Brahma los cuatro rostros del mismo modo, es, a saber, porque habiéndose enamorado de Satarupa, su hija, la miró fijamente; pero ella viendo de reojo esa mirada, la esquivó, y él, avergonzado, no quiso seguir sus movimientos, a pesar de lo cual, formósele un rostro hacia aquel lado, y como ella hiciera lo mismo, prosiguiendo en esquivarse, llegó él a tener cuatro caras. La verdad es que hay que considerar a cada órgano cual la expresión de una manifestación volitiva universal, esto es, hecha de una vez para siempre; de un anhelo fijado; de un acto volitivo, no del individuo, sino de la especie. Toda figura animal es un apetito de la voluntad evocado a la vida por las circunstancias, v. gr., siente anhelo de vivir en los árboles, de colgarse de sus ramas, de alimentarse de sus hojas, sin tener que luchar con los demás animales, ni pisar el suelo, y este anhelo se manifiesta, de largo tiempo ya, en la figura (idea platónica) del animal llamado perezoso. Apenas puede andar, porque no está provisto más que de garras; privado de todo recurso en el suelo, manéjase muy bien en los árboles, apareciendo en éstos cual una rama enmohecida, con lo cual evita el que le vean sus perseguidores. Pero vamos a considerar la cosa más prosaica y metódicamente. Madrid prostitutas Los demás elementos del capital productivo están formados, en parte por los elementos del capital constante consistentes en materias auxiliares y materias primas y, en parte, por el capital variable, invertido en fuerza de trabajo. valencia prostitutas Hasta el final de la semana 14 (semanas 11–14), funcionan las 400 libras esterlinas que quedaron disponibles más arriba: 100 libras esterlinas de las 500 que luego refluyen completan el capital necesario para el tercer período de trabajo (semanas 11–15), con lo cual vuelven a quedar disponibles para el cuarto periodo de trabajo otras 400 libras. Y este mismo fenómeno se repite en todos los períodos de trabajo; cada uno de ellos se encuentra, al comenzar, con 400 libras esterlinas, suficientes para las cuatro primeras semanas. Al final de la cuarta semana, refluyen en dinero 500 libras esterlinas, de las cuales sólo 100 son necesarias para la última semana; las 400 restantes quedan disponibles para el siguiente periodo de trabajo. Contactar con GirlsBCN es el interrumpir la circulación del valor–capital desembolsado en forma de dinero. Al convertirse el capital–dinero en capital productivo, el valor del capital reviste una forma natural bajo la cual no puede seguir circulando, sino que tiene que destinarse al consumo, a un consumo productivo. El uso de la fuerza de trabajo, el trabajo, sólo puede realizarse trabajando. El capitalista no puede volver a vender al propio obrero como mercancía porque no es su esclavo y, además, porque sólo ha comprado el uso de su fuerza de trabajo por un determinado tiempo. Y, por otra parte, sólo puede utilizar la fuerza de trabajo haciendo que ésta emplee los medios de producción para crear mercancías. El resultado de la primera fase es, por tanto, el comienzo de la segunda, de la fase productiva del capital. Relax en Asturias En realidad, esto es aplicable a cada una de las partes del capital que se hallan en movimiento, y todas ellas lo van recorriendo por turno. Las 10,000 libras de hilado, por ejemplo, son el producto semanal de un fabricante de hilados. Estas 10,000 libras de hilado salen por entero de la órbita de producción y entran en la de circulación; el valor–capital contenido en ellas tiene que convertirse íntegramente en capital–dinero, y mientras permanezca bajo esta forma no puede entrar de nuevo en el proceso de producción; tiene que entrar previamente en la órbita de circulación y volver a convertirse en los elementos del capital productivo T + Mp. El proceso cíclico del capital es, pues, constante interrupción, abandono de una fase para entrar en la siguiente, superación de una forma y existencia bajo otra distinta; y cada una de estas fases no sólo condiciona la otra, sino que al mismo tiempo la excluye. Escorts Valencia En D' el capital ha retornado a su forma primitiva, D, a su forma de dinero, pero bajo una forma en la que se ha realizado ya como capital. prostitutas lujo Madrid El rasgo fundamental de mi doctrina, lo que la coloca en contraposición con todas las que han existido, es la total separación que establece entre la voluntad y la inteligencia, entidades que han considerado los filósofos, todos mis predecesores, como inseparables y hasta como condicionada la voluntad por el conocimiento, que es para ellos el fondo de nuestro ser espiritual, y cual una mera función, por lo tanto, la voluntad del conocimiento. Esta separación, esta disociación del yo o del alma, tanto tiempo indivisible, en dos elementos heterogéneos, es para la filosofía lo que el análisis del agua ha sido para la química, si bien este análisis fue reconocido al cabo. En mi doctrina, lo eterno e indestructible en el hombre, lo que forma en él el principio de vida, no es el alma, sino que es, sirviéndonos de una expresión química, el radical del alma, la voluntad. La llamada alma, es ya compuesta; es la combinación de la voluntad con el nouz, el intelecto. Este intelecto es lo secundario, el posterius del organismo, por éste condicionado, como función que es del cerebro. La voluntad, por el contrario, es lo primario, el prius del organismo, aquello por lo que éste se condiciona. Puesto que la voluntad es aquella esencia en sí, que se manifiesta primeramente en la representación (mera función cerebral ésta), cual un cuerpo orgánico, resulta que tan sólo en la representación se le da a cada uno el cuerpo como algo extenso, articulado, orgánico, no fuera ni inmediatamente en la propia conciencia. Así como las acciones del cuerpo no son más que los actos de la voluntad que se pintan en la representación, así su substracto, la figura de este cuerpo, es su imagen en conjunto; y de aquí que sea la voluntad el agens en todas las funciones orgánicas del cuerpo, así como en sus acciones extrínsecas. La verdadera fisiología, cuando se eleva, muéstranos lo espiritual del hombre (el conocimiento), como producto de lo físico de él, lo que ha demostrado cual ningún otro, Cabanis; pero la verdadera metafísica nos enseña que eso mismo físico no es más que producto o más bien manifestación de algo espiritual (la voluntad) y que la materia misma está condicionada por la representación, en la cual tan sólo existe. La percepción y el pensamiento se explicarán siempre, y cada vez mejor, por el organismo; pero jamás será explicada así la voluntad, sino que, a la inversa, es por ésta por lo que el pensamiento se explica, como lo demuestro en seguida. Establezco, pues, primeramente la voluntad, como cosa en sí, completamente originaria; en segundo lugar su mera sensibilización u objetivación el cuerpo; y en tercer término el conocimiento, como mera función de una parte del cuerpo. Esta parte misma es el querer conocer (Erkennenwollen, la voluntad de conocer) objetivado (hecho representación), en cuanto necesita la voluntad para sus fines, del conocimiento. Mas esta función condiciona, a su vez, el mundo todo, como representación y con éste al cuerpo mismo, en cuanto objeto perceptible y hasta a la materia en general, como existente no más que en la representación. Porque, en efecto, un mundo objetivo sin un sujeto en cuya conciencia exista, es, bien considerado, algo eternamente inconcebible. El conocimiento y la materia (sujeto y objeto), no son, pues, más que relativos el uno respecto al otro, formando el fenómeno. Así como queda la cuestión, como no había estado hasta hoy, merced a mi alteración fundamental. chica escort D – T es la fase característica de la conversión del capital–dinero en capital productivo, ya que constituye la condición esencial para que el capital desembolsado en forma de dinero se convierta realmente en capital, en valor creador de plusvalía. D – Mp no tiene más finalidad que facilitar la realización de la masa de trabajo comprada por medio de D – T. Por tanto, desde este punto de vista, la fórmula D – T fue expuesta en el libro I, sección II: transformación del dinero en capital. [pp. 103–129]. Aquí, debemos examinar el problema desde otro punto de vista, refiriéndonos especialmente al capital–dinero como forma de manifestarse el capital. Delicas BCN

No saber hacer la O con un canuto.

Con arreglo a la duración del período de trabajo y, por tanto, del período de tiempo que transcurre hasta la elaboración de la mer­cancía susceptible de circulación, va acumulándose la parte de valor que el capital fijo transfiere fragmentariamente al producto y se va dilatando el reflujo de esta parte de valor. Pero esta dilación no obliga a realizar nuevas inversiones de capital fijo. Las máquinas siguen funcionando en el proceso de producción lo mismo si la repo­sición de su desgaste refluye en forma de dinero de un modo lento o rápidamente. No ocurre lo mismo con el capital circulante. La mayor duración del periodo de trabajo no sólo exige que el capital se movilice por más tiempo, sino que exige también que se desembolse constantemente nuevo capital en salarios, materias primas y materias auxiliares. El amortiguamiento del reflujo repercute, por tanto, de distinto modo en uno y otro caso. Sea más lento o más rápido, el capital fijo sigue funcionando igual que antes. En cambio, el capital circulante deja de funcionar, al amortiguarse el reflujo, cuando se presenta bajo la forma de productos invendidos o no terminados, aún no vendibles, y no se dispone de un capital adicional para renovarlo en especie. “Mientras el campesino se muere de hambre, su ganado prospera. En efecto, había llovido y los pastos eran abundantes. El campesino indio se morirá de hambre al lado de un buey reluciente y gordo. Los preceptos de la superstición podrán parecer crueles para con el individuo, pero son rentables para la sociedad; la conservación del ganado de labor asegura la continuidad de la agricultura, y con ella les fuentes del sustento y la riqueza del futuro. Nos parecerá triste y duro, pero así es: en la India, es más fácil reponer a un hombre que a un buey” (Return, East India, Madras and Orissa Femine, núm. 4, p. 4). Recordemos las palabras del Manava–Dharma­–Sastra, cap. X, p. 62: “El sacrificio de la vida sin recompensa, para mantener a un sacerdote o a una vaca... puede asegurar la bien­aventuranza de esta tribu de bajo origen.” http://www.eclipsesexual.com Aquí la vista es libre. Puede ser riqueza de alma si un filósofo calla; puede ser amor si se contradice a sí mismo; cabe una cortesía mentirosa del cognos­cente. No dejan de tener un sentido sutil estas pala­bras: el est indigne des grands coeurs de répandre le trouble, qu'ils ressentent; sólo cabe agregar que no temer ni a lo más indigno puede también ser grande­za del alma. La mujer que ama sacrifica su honor; el cognoscente que “ama” sacrifica acaso su huma­nidad; un dios que amó se hizo judío... callgirl barcelona ¿O acaso lo que quiere decir es que el capital invertido para producir mercancías y venderlas con una ganancia debe, después de convertirse en mercancías, venderse y pasar, mediante la venta, de manos del vendedor a manos del comprador, en primer lugar, y en segundo lugar trocar su forma natural de mercancías por la forma dinero, siendo por tanto inútil para su poseedor mientras permanez­ca en sus manos o se mantenga –para él– bajo la misma forma? En este caso, ello equivaldría a decir que el mismo valor capital que antes funcionaba en forma de capital productivo, en una forma apta para el proceso de producción, funciona ahora como capital ­mercancías y capital–dinero bajo sus formas idóneas para el proceso de circulación, no siendo ya, por tanto, ni capital fijo ni capital circulante. Y esto se refiere tanto a los elementos de valor añadidos por las materias primas y auxiliares, es decir, por el capital circulante, como a los incorporados por el consumo de los medios de trabajo, es decir, por el capital fijo. Como vemos, tampoco por este camino nos acercamos ni un paso a la distinción entre el capital fijo y el capital circulante. callgirl madrid Y ya que la economía política gusta tanto de las robinsonadas,32 observemos ante todo a Robinson en su isla. Pese a su innata so­briedad, Robinson tiene forzosamente que satisfacer toda una serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a ejecutar diversos trabajos útiles: fabrica herramientas, construye muebles, domestica llamas, pesca, caza etc. Y no hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues nuestro Robinson se divierte con ello y considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la diversidad de sus fun­ciones productivas, él sabe que no son más que diversas formas o modalidades del mismo Robinson, es decir, diversas manifestaciones de trabajo humano. El mismo agobio en que vive le obliga a dis­tribuir minuciosamente el tiempo entre sus diversas funciones. El que unas ocupan más sitio y otras menos, dentro de su actividad total, depende de las dificultades mayores o menores que tiene que vencer para alcanzar el resultado útil apetecido. La experiencia se lo enseña así, y nuestro Robinson que ha logrado salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta y pluma, se apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario figura una relación de los objetos útiles que posee, de las diversas operaciones que reclama su producción y finalmente del tiempo de trabajo que exige, por tér­mino medio, la elaboración de determinadas cantidades de estos diversos productos. Tan claras y tan sencillas son las relaciones que median entre Robinson y los objetos que forman su riqueza, riqueza salida de sus propias manos, que hasta un señor M. Wirth podría comprenderlas sin estrujar mucho el caletre. Y, sin embargo, en esas relaciones se contienen ya todos los factores sustanciales del valor. escorts valencia Por tanto, al extenderse la maquinización en una rama industrial, comienza a desarrollarse la producción en las otras ramas que suministran a aquélla medios de producción. La medida en que esto haga crecer la masa de obreros colocados dependerá, dada la duración de la jornada de trabajo y la intensidad de éste, de la composición orgánica de los capitales invertidos, es decir, de la proporción entre su parte constante y variable. A su vez, esta proporción varía considerablemente según la extensión que la maquinaria haya tomado ya o tome en aquellas industrias, El censo de hombres condenados a las minas de carbón y de metal creció en proporciones enormes con los progresos de la maquinaria inglesa, aunque en los últimos decenios este incremento fue amortiguado por el empleo de nueva maquinaria para las minas.133 Con la máquina nace una nueva clase de obreros: sus productores. Ya sabemos que la maquinización se adueña de esta rama de producción de donde nacen las mismas maquinas en una escala cada vez más intensa.134 Por lo que se refiere a las materias primas,135 no ofrece, por ejemplo, ninguna duda que la marcha arrolladora de la industria textil algodonera fomentó como planta de estufa el cultivo del algodón en los Estados Unidos, y con él, no sólo la trata de esclavos de África, sino también la cría de negros, como uno de los negocios más florecientes en los llamados estados esclavistas fronterizos. Al levantarse en 1790 el primer censo de esclavos en los Estados Unidos, la cifra de esclavos era de 697,000; en 1861, ascendía ya a cuatro millones, aproximadamente. No menos cierto es, por otra parte, que la prosperidad de las fábricas mecánicas de lana, con la progresiva transformación de las tierras de labor en pastos para el ganado lanar, provocó la expulsión en masa de los braceros del campo y su desplazamiento como población "sobrante". En estos momentos, Irlanda está atravesando todavía por el proceso que reducirá su población, disminuida ya en cerca de la mitad desde 1845; al nivel que corresponda exactamente a las necesidades de sus terratenientes y de los señores fabricantes de lanas de Inglaterra. acompañantes madrid Partiendo de los límites fijos de la jornada de trabajo a – c, la línea b – c puede prolongarse, no desplazando su punto final c, que es intangible, puesto que constituye al mismo tiempo el punto final de la jornada, sino desplazando hacia atrás, hacia a, su punto inicial, b. Supongamos que en la línea a – – – – – – – – –b' – b – – c el segmento b' – b equivale a la mitad de b – c o a una hora de trabajo. Si en la jornada de trabajo de 12 horas representada por la línea a – c el punto b pasa a ocupar el puesto de b', el segmento b – c se prolongará hasta adquirir las proporciones de b' – c y el trabajo excedente aumentará en un cincuenta por ciento, de 2 horas a 3, a pesar de mantenerse intacta, en sus 12 horas, la jornada de trabajo. Pero, para que el trabajo excedente pueda prolongarse de b – c a b' – c, de 2 horas a 3, es indispensable, evidentemente, que el trabajo necesario se comprima de a – b a a – b, de 10 horas a 9. En estas condiciones, la prolongación del trabajo excedente lleva aparejada la reducción del trabajo necesario; es decir, exige que una parte del tiempo de trabajo que el obrero venia empleando para sí mismo se convierta en tiempo de trabajo invertido para el capitalista. Lo que varía no es la longitud de la jornada de trabajo, sino su división en trabajo necesario y trabajo excedente. escorts La segunda condición esencial que ha de darse para que el poseedor de dinero encuentre en el mercado la fuerza de trabajo como una mercancía, es que su poseedor, no pudiendo vender mercancías en que su trabajo se materialice, se vea obligado a vender como una mercancía su propia fuerza de trabajo, identificada con su corpo­reidad viva.

Isabel, 1752: Los mendigos sin licencia y mayores de catorce años serán azotados sin misericordia y marcados con un hierro can­dente en la oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos du­rante dos años a su servicio. En caso de reincidencia, siempre que sean mayores de dieciocho años y nadie quiera tomarlos por dos años a su servicio, serán ahorcados. A la tercera vez, se les ahorcará irremisiblemente como reos de alta traición. Otros estatutos seme­jantes: 18 Isabel c.13 y 1597.39 masajes marbella "Matarse trabajando es algo que está a la orden del día, no sólo en los talleres de modistas, sino en mil lugares, en todos los sitios en que florece la industria... Fijémonos en el ejemplo del herrero. Según los poetas, no hay oficio más vital ni más alegre que éste. El herrero se levanta antes de que amanezca y arranca al hierro chispas antes de que luzca el sol: come, bebe y duerme como ningún otro hombre, y es cierto que, ateniéndonos al puro aspecto físico, la situación del herrero seria inmejorable, sí no trabajase más de lo debido. Pero, sigamos sus huellas en la ciudad y veamos el agobio de trabajo que pesa sobre sus hombros fornidos y el lugar que ocupa esta profesión en los índices de mortalidad de nuestro país. En Marylebone (uno de los barrios más pobres de Londres) muere todos los años un 3 1 por 100 de herreros, o sea, 11 hombres, cifra que rebasa el grado medio de mortalidad de los hombres adultos en Inglaterra. Esta ocupación, que es casi un arte instintivo de la humanidad, impecable de por si, se convierte por el simple exceso de trabajo, en aniquiladora del hombre que la desempeña. El hombre puede descargar tantos martillazos diarios, andar tantos pasos, respirar tantas o cuantas veces, ejecutar tanta o cuanta tarea, viviendo de este modo 50 años, v. gr., por término medio. Pero se le obliga a descargar tantos o cuantos martillazos más, a andar tantos o cuantos pasos más, a respirar tantas o cuantas veces más durante el día, y todo ello junto hace que su desgaste diario de vida sea una cuarta parte mayor. Se lanza al ensayo, y el resultado de todo esto es que ejecute una cuarta parte más de tarea durante un período limitado, viviendo 37 años en vez de vivir 50."59 Barcelona acompañantes Guillermo Wood, de 9 años, "tenía 7 años y 10 meses cuando comenzó a trabajar". Se le dedicó desde el primer momento a "runmoulds" (es decir, a transportar al secadero las piezas acabadas y devolver al taller las formas vacías). Entra todos los días, menos los domingos, a las 6 de la mañana y, abandona el trabajo a las 9 de la noche aproximadamente. "Trabajo todos los días de la semana hasta las 9. Llevo así, por ejemplo, 7 y 8 semanas." Resultado: ¡15 horas de trabajo diario para un niño de siete años! J. Murray, de doce años, declara: "I run moulds and turn jígger" (darle a la rueda). "Entro hacia las 6, y a veces hacia las 4 de la mañana. Ayer trabajé toda la noche, hasta las 8 de la mañana de hoy. No me metí en la cama desde la noche anterior. Conmigo, trabajaron toda la noche 8 o 9 chicos más. Todos, menos uno, han vuelto a entrar al trabajo hoy por la mañana. A mí me pagan 3 chelines y 6 peniques a la semana. Cuando me quedo trabajando toda la noche, no cobro más. Durante estas últimas semanas, he trabajado dos noches enteras." Fernybough, chico de 10 años: "No dispongo siempre de una hora entera para comer: muchas veces, todos los jueves, viernes y sábados, no me dejan más que media hora "34 BCN Box El primer acto de la revolución agraria, realizado en gran escala y como si obedeciese a una consigna dada desde arriba, fue derruir las chozas levantadas en las tierras de labor. Esta medida obligó a muchos jornaleros a buscar refugio en aldeas y ciudades. Aquí, se les arrojó, como a la hez de la sociedad, a desvanes, tabucos y sótanos y en los recovecos de los peores suburbios. Millares de familias ir­landesas, que, hasta según testimonios de ingleses llenos de prejuicios nacionales, se distinguían por su especial apego al hogar, por su despreocupada alegría y por la pureza de sus costumbres domésticas, viéronse de pronto desarraigadas de su medio y trasplantadas a los semilleros del vicio. Los hombres tienen que pedir ahora trabajo a los colonos de la vecindad y sólo lo obtienen por días, es decir, en la más precaria de las formas del salario; además, “vense obligados a recorrer a pie grandes distancias para ir y volver hasta las tierras en que trabajan, muchas veces mojados como las ratas y expuestos a otros rigores, fuentes de fatigas, de enfermedades y, por tanto, de penuría”.132 imprenta Desde el momento mismo de nacer, los grandes bancos, adornados con títulos nacionales, no fueron nunca más que sociedades de especuladores privados que cooperaban con los gobiernos y que, gracias a los privilegios que éstos les otorgaban, estaban en condiciones de adelantarles dinero. Por eso, la acumulación de la deuda pública no tiene barómetro más infalible que el alza progresiva de las acciones de estos bancos, cuyo pleno desarrollo data de la fundación del Banco de Inglaterra (en 1694). El Banco de Inglaterra comenzó prestando su dinero al gobierno a un 8 por 100 de interés; al mismo tiempo, quedaba autorizado por el parlamento para acuñar dinero del mismo capital, volviendo a prestarlo al público en forma de billetes de banco. Con estos billetes podía descontar letras, abrir créditos sobre mercancías y comprar metales preciosos. No transcurrió mucho tiempo antes de que este mismo dinero fiduciario fabricado por él le sirviese de moneda para saldar los empréstitos, hechos al estado y para pagar por cuenta de éste, los intereses de la deuda pública. No contento con dar con una mano para recibir con la otra más de lo que daba, seguía siendo, a pesar de lo que se embolsaba, acreedor perpetuo de la nación hasta el último céntimo entregado. Poco a poco, fue convirtiéndose en depositario insustituible de los tesoros metálicos del país y en centro de gravitación de todo el crédito comercial. Por los años en que Inglaterra dejaba de quemar brujas, comenzaba a colgar falsificadores de billetes de banco. Qué impresión producía a las gentes de la época la súbita aparición de este monstruo de bancócratas, financieros, rentistas, corredores, agentes y lobos de bolsa, lo atestiguan las obras de aquellos años, como por ejemplo las de Bolingbroke.64 tarjetones de boda Así, pues, de una parte, los nuevos capitales formados en el transcurso de la acumulación atraen a un número cada vez menor de obreros, en proporción a su magnitud. De otra parte, los capitales antiguos periódicamente reproducidos con una nueva composición van repeliendo a un número cada vez mayor de los obreros a que antes daban trabajo. restaurantes en valencia A grandes rasgos, el movimiento general de los salarios se regula exclusivamente por las expansiones y contracciones del ejército industrial de reserva, que corresponden a las alternativas periódicas del ciclo industrial. No obedece, por tanto, a las oscilaciones de la cifra absoluta de la población obrera, sino a la proporción oscilante en que la clase obrera se divide en ejército en activo y ejército de reserva, al crecimiento y descenso del volumen relativo de la superpoblación, al grado en que ésta es absorbida o nuevamente desmovilizada. En la moderna industria, con su ciclo decenal y sus fases periódicas, que, además, en el transcurso de la acumulación, se combinan con una serie de oscilaciones irregulares en sucesión cada vez más rápida, sería en verdad una bonita ley la que regulase la demanda y oferta de trabajo, no por las expansiones y contracciones del capital, es decir, por sus necesidades de explotación en cada caso dado, de tal modo que el mercado de trabajo apareciera relativamente vacío cuando el capital se expansiona, y relativamente abarrotado cuando éste se contrae, sino que, por el contrario, supeditase los movimientos del capital a los movimientos absolutos del censo de población. Y, sin embargo, así reza el dogma económico. Según éste, la acumulación del capital hace subir los salarios. Los salarios altos estimulan el más rápido crecimiento de la población obrera, crecimiento que se sostiene hasta que el mercado de trabajo se satura, es decir, hasta que el capital resulta insuficiente, en relación a la oferta de trabajo. Los salarios, entonces, bajan y la medalla presenta su reverso. La baja de jornales va diezmando poco a poco la población obrera, hasta que llega un momento en que el capital excede de la oferta de brazos; o bien, según la explicación que dan otros, la baja de salarios y la explotación redoblada del obrero que trae consigo vuelven a acelerar la marcha de la acumulación, al paso que los salarios bajos contienen el crecimiento de la clase obrera. Por este cambio, se llega nuevamente a una situación en que la oferta de trabajo excede a la demanda, los salarios suben, etc. ¡Hermoso método de desarrollo éste para la producción capitalista avanzada! Antes de que el alza de salarios pudiese producir un crecimiento positivo de la población realmente capaz para trabajar, habría expirado con creces el plazo dentro del cual ha de desarrollarse la campaña industrial, el plazo dentro del cual hay que dar y ganar o perder la batalla. Venta de pisos en Barcelona 24 Ricardo enfoca, a veces, este aspecto del funcionamiento de las máquinas –aspecto que él no desarrolla, como no desarrolla tampoco la diferencia general que media entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización del capital– colocándolo tan en primer plano, que en ocasiones se olvida de la parte de valor que las máquinas transfieren al producto, para confundirlas en un solo todo con las fuerzas naturales. Dice. por ejemplo, "Adam Smith no desdeña nunca los servicios que nos prestan las fuerzas naturales y la maquinaria, pero distingue muy certeramente la naturaleza del valor que ambas añaden a las mercancías... ; como realizan su trabajo (work) gratis, la ayuda que nos prestan no añade nada al valor de cambio" (Ricardo, Principles, etc., pp. 336, 337). La observación de Ricardo, es, indudablemente, exacta en cuanto va dirigida contra J. B. Say, quien se imagina que las máquinas prestan el "servicio" de crear el valor que forma parte de la "ganancia".

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